viernes, 29 de julio de 2011

PERDONAR ES OLVIDAR!

Yo sé que hay dolores que no se pueden olvidar. Si alguien le falta una mano, pues siempre la echará de menos. Pero hay muchos males que nos siguen doliendo años y años, no porque sean muy profundos, sino porque nosotros los alimentamos dándoles vueltas a la memoria. Hay quienes parecen disfrutar manteniendo abierta sus propias heridas y hasta se complacen en estarlas como hurgando o como lamiendo, en vez de curarlas. Eso y no otra cosa, es el resentimiento. Es un recalentamiento de la herida que nunca acaba de curar porque está siempre siendo nutrida por la ira.

Parece que hay como cierto parecido entre herida e ira. Por eso esas personas, cuando alguien o alguien les pincha, revientan como un saco lleno de veneno y lanzan afuera dolores o cuestiones que todos han olvidado ya, menos ellos. Porque lo llevan dentro y cualquier cosita es como el pinchazo que hace que explote el globo venenoso que están conteniendo en su interior.

Y no hay cosa más triste, que esta gente que es esclava de sus viejos rencores. En lugar de dedicarse a vivir, parece que su oficio fuera sólo recordar y recordar sólo lo pasado.

Yo quisiera darles como unas razones para perdonar. La primera, pensar que el mejor remedio contra el mal es olvidarse de él. La segunda, porque lo que pasó pues pasó y puede enmendarse, pero no rehacerse. Y la tercera, y ésta la tomo de Don Miguel de Unamuno, cuando él dice “Hay que olvidar para vivir. Hay que hacer hueco, para lo venidero.”

Por favor, el alma de los seres humanos es muy chiquita. Si la vamos llenando de rencorcitos, pues la tendremos siempre llena y no podrá surgir de ella ni un acto de amor. E incluso cuando alguien nos ame, no encontrará dentro de nosotros suficiente eco para responder con cariño a ese amor que le estamos ofreciendo. Porque su alma está tan ocupada, tan agobiada, tan saturada de rencores, que no tiene espacio para el amor.

No vale la pena, pensar un poquito en esto y ser más generosos a la hora de perdonar. Y sobre todo, la última razón por la que Dios, además de perdonar, olvida los pecados. Es porque tiene que dedicarse tanto a amar, que no tiene ni tiempo ni espacio para recordar el mal.
PERDONAR ES OLVIDAR!
Cuando crecemos generalmente acusamos a nuestros padres sin darnos cuenta que ellos también fueron víctimas y que no era posible que ellos nos enseñaran algo que no sabían.
   Seguro que cometieron errores pero,  hicieron por nosotros lo mejor que pudieron con lo que se les enseñó de niños de tal manera si ellos te hablan de su niñez y escuchas con compasión sabrás de donde provienen sus temores y sus patrones rígidos.
   Todos los acontecimientos que has experimentado a lo largo de tu vida ya pasaron eso forma parte de tu pasado, en este momento lo importante es lo que pienses y creas para tu futuro, lo que hagas hoy repercutirá en la semana entrante, en un mes, en el siguiente año.
Lo importante es trata de tener nuestros pensamientos acciones e intenciones en positivo.
  El pasado ya no tiene ningún poder, el poder esta en el momento actual.
  A lo largo de nuestra vida escuchamos cada vez más que las personas a nuestro derredor padecen de odio y de culpabilidad, y de esta manera no funciona la vida.
  Me he dado cuenta que el resentimiento, la crítica, la culpabilidad y el temor son las cuatro causas principales de problemas en nuestro cuerpo.
    
  El resentimiento guardado por mucho tiempo, puede corroer el cuerpo y convertirse en una enfermedad que todos conocemos como cáncer. Se ha descubierto que el perdón y la liberación del resentimiento pueden disolver el cáncer.
 Para liberar el pasado debemos estar dispuestos a perdonar, comenzando por nosotros mismos, tal vez no sabemos como perdonar pero damos el primer paso cuando estamos dispuestos. Así el universo se encargara de hacerlo.
   Cuando realmente nos  amamos y nos aceptamos y nos aprobamos exactamente tal y como somos entonces todo funciona en la vida.

¿Cómo disolver el resentimiento?
    Existe un ejercicio para disolver el resentimiento que siempre funciona. Te recomiendo que te sientes tranquilamente, cierres los ojos y permitas que tu mente y cuerpo se relajen. Después, imagínate sentado frente a ti a la  persona con la cual tienes un resentimiento. Podría ser del pasado o del presente, viva o muerta.
   Piensa en esta imagen durante unos cuantos minutos y luego dile todo aquello que te molesta, lo que no comprendiste, lo que dejo de hacer, lo que te lastimo, no importa si rompes en llanto, si gritas, si te enojas, lo que es necesario es que saques todo aquello que te molesta. Cuando sientas que ya terminaste toma su lugar, y la persona tomará el tuyo.
   Y ahora trata de imaginar lo que esa persona te diría y trata de comprender cada una de las palabras que salen de ti mismo.
Has esto con mucha honestidad, al terminar experimentarás una sensación de desahogo, y de perdón.
  ¡Verás como te ocurren cosas buenas!
   Este ejercicio disuelve las nubes negras del resentimiento que casi todos llevamos dentro. Para algunos en un principio será muy difícil hacerlo, pero cada vez que lo hagas irás liberando tus resentimientos y observaras que te sientes mucho más ligero.


Ejercicio  para perdonar
   ¡Listos para perdonar! –Este ejercicio acostumbro hacerlo cuando no comprendo las actitudes y acciones que tienen algunas personas hacía mí.
    Tomas una hoja de papel de preferencia blanca y comienzas a escribir el evento por el cual te sientes frustrado, y en la descripción detallas cada una de las cosas que te molestaron, las palabras y acciones que hicieron que te sintieras mal.
    Al terminar lo lees suficientes veces como para reforzar tu molestia.
    Repentinamente te darás cuenta que lo que sucedió no era tan grave. Cuando ya lo hayas leído varias veces, lo quemas y sorprendentemente sientes una liberación completa, y si acaso volviera a tu mente el incidente puedes repetirte internamente: "eso ya lo perdoné y está olvidado".
   Estos son ejercicios muy poderosos y conviene hacerlos cuando menos cada semana para sacar cualquier basura que quede. Es fácil dejar algunas experiencias, y necesitamos insistir con otras hasta que de pronto, un día se desprendan y se disuelvan.

    Para que esto no se repita es necesario establecer límites.
    Si una persona tiene la costumbre de molestarnos ya sea consiente o inconsciente nosotros debemos decirle: 
“¿Te das cuenta que me estas lastimando?,  y si la persona insiste debemos decirle “Te pido que dejes de lastimarme.”
   Recuerda que Jesucristo dijo que: "si no perdonamos a los que nos ofenden, tampoco Nuestro Padre que está en Los Cielos perdonará nuestras ofensas" Estoy seguro de que si acudimos a El nos dará la fuerza y el Poder para lograrlo pues El así lo desea.

   “Tan complicado es el conflicto…Como sencilla la solución”

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